domingo, septiembre 22, 2024
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Educación financiera para la mujer, es progreso para todos. Por Itzeel Gutiérrez.

Es evidente que somos parte de una sociedad que forja y arropa serios problemas en contra de nosotras las mujeres. Elegir un tema para hablar este mes a propósito del Dia Internacional de la Mujer, resulta complejo, esto porque son varios temas que nos tiene en una posición de desventaja y que urge atender. Por mencionar algunos: violencia de género (en todas sus formas), acceso a educación, oportunidades de empleo, nivel de sueldos y acceso a educación financiera.

Para efectos de esta publicación, vamos a enfocarnos en el tema de educación financiera. Conocer y entender estadísticas o datos duros en cuanto a la desigualdad que vivimos en temas de educación financiera, ayudará a dimensionar la magnitud del problema y sobre todo tomar acción a favor nuestro.

En los últimos datos mostrados por el Banco Mundial arrojan que solo el 51% de las mujeres tiene una cuenta bancaria, apenas el 12% ahorra y un 20% accede a un crédito en la región donde radica. Es la razón por la que, si se busca impulsar a las mujeres a un mejor desarrollo personal y profesional, también hay que pensar en ellas desde la inclusión financiera, y uno de los primeros pasos a dar es la educación para generar ahorro y, a partir de ahí, entrenarse en las finanzas personales.

Hacer visible lo invisible nos corresponde a todos.

El mayor reto que tenemos en temas financieros es la inequidad que enfrentamos. Entrando un poco más en el detalle tenemos tres grandes enemigos:

-Dependencia económica. Según el Banco Mundial, esta dependencia aumenta la probabilidad de que una mujer sea maltratada, aunque todavía no se conozca mucho su incidencia. Cuando se le priva de autonomía económica, se vuelve más dependiente de alguien que sí genera ingresos, normalmente su pareja emocional. Esto inhibe su capacidad para abandonar una relación tóxica y aumenta las probabilidades de sufrir violencia doméstica.

Además, las mujeres somos más longevas que los hombres, pero al mismo tiempo tenemos en promedio vidas laborales más cortas y menores ingresos, esto por los cambios que vivimos en nuestra vida laboral, por ejemplo, convertirse en madres. Lo que afecta la capacidad de acumular recursos de los que se puedan disponer en la vejez, generando una carga para los familiares y contribuyendo a la persistencia de la pobreza: el noveno Reporte Nacional de Inclusión Financiera indica que, al cierre de 2017, menos del 40% de las cuentas de ahorro para el retiro eran de mujeres.

-Desconocimiento de nuestras propias finanzas (capacidad de endeudamiento, presupuesto, metas financieras). Tener claridad de nuestros ingresos, gastos, así como de nuestra capacidad de deuda, evitará problemas futuros. Plantearnos metas a diferentes plazos, colocarles objetivos, fechas de cumplimiento y montos.

-Brecha salarial. En diciembre 2019, en el Foro Económico Mundial, se concluyó que para alcanzar una paridad de género entre mujeres y hombres se necesitaran 99.5 años; si, casi un siglo. Comencemos por entender la diferencia que existe en el ámbito salarial.

La brecha salarial, podemos entenderla como la diferencia que existe en los ingresos o remuneración entre las mujeres y los hombres, además de la desigualdad de participación en el ámbito laboral, por ejemplo, en puestos directivos o en comités dentro de las empresas.

En México, la brecha salarial entre mujeres y hombres era de 18.8% en 2019, una de las más amplias entre los países miembros de la OCDE que va muy por encima de la brecha salarial promedio que es de 13 por ciento.

De acuerdo con datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, durante enero del 2020, los hombres registran un salario diario asociado a trabajadores asegurados en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) mayor que el de las mujeres a nivel nacional, 416.4 frente a 363.5 pesos por día, es decir, una diferencia (brecha) de 14.6 por ciento.

Hay muchos mitos que pretenden explicar o justificar la brecha salarial. El más extendido es el de la elección personal: las mujeres rehúyen los puestos directivos, eligen carreras peor pagadas, deciden dejar de trabajar cuando se convierten en madres, etc. Casi todos los datos, sin embargo, apuntan a la discriminación, no a la elección, como el motivo real.

Por mencionar algunas de las razones que alimentan esta brecha, están:

  • La discriminación en el lugar de trabajo. El 42% de participación de mujeres en el ámbito laboral, la mayoría es en provisión de servicios en un trabajo informal. Lo que limita el acceso a prestaciones y seguridad laboral.
  • La diferencia en los sectores laborales en los que históricamente se han desempeñado los hombres. La educación tiene también un papel relevante, al ser menos las mujeres que estudian carreras con enfoque STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés) que suelen encaminar hacia empleos mejor pagados.
  • La falta de políticas de conciliación de la vida personal y profesional.  Las mujeres reducen su jornada para hacer frente al trabajo no remunerado de cuidado de sus familias, especialmente a raíz de su maternidad. Resultando esto en una escasa participación de las mujeres en puestos de liderazgo y de alta dirección. Esto es reflejo de poca o nula perspectiva de género que tiene en su mayoría el sector empresarial.

La brecha salarial de género afecta directamente a la inclusión y educación financiera, debido a que muchas mujeres no pueden acceder al sector laboral o se dedican al trabajo en el hogar, mismo que no es remunerado lo que trae como consecuencia una mayor dificultad de acceder a productos financieros.

El conocimiento da poder y un buen conocimiento de las finanzas nos permite a las mujeres, incrementar la confianza y tomar decisiones que generen nuevas oportunidades laborales y por ende seguridad financiera.

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