domingo, junio 30, 2024
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Colaboradores

¿QUÉ QUIERO COMUNICAR HOY?


“Tu reputación es lo más valioso que tienes; protégela con tu vida”. Robert Greene.

¡Hola, amigos y amigas de Dinero y Negocios! Un gusto estar nuevamente en contacto con ustedes a través de esta prestigiosa publicación para seguir comentando y revisando puntos fundamentales en el manejo de Imagen y Comunicación.

La frase con la que abro este espacio se refiere a una realidad social innegable: nos tratan, nos aceptan o nos rechazan de acuerdo con la imagen que proyectamos; de acuerdo con la opinión que las personas tienen de nosotros. Entonces, teniendo en mente los principios fundamentales de la comunicación humana que hemos comentado en publicaciones anteriores*, podemos pasar al siguiente nivel de estudio de la percepción o, más aterrizadamente, al efecto que tiene tanto el impacto racional como la impresión emocional que causamos en la gente, y la opinión que esto les genera sobre nosotros: nuestra reputación.

En esta ocasión quiero compartir con ustedes detalles muy interesantes sobre la reputación: cómo se crea (análisis racional), de qué depende (análisis emocional) y, por supuesto, cómo podemos aplicarla a nuestro favor, tanto en el ámbito personal como profesional, de manera ética, práctica y hasta divertida.

Recordando que “el ser humano es un ser emocional que razona” y que “imagen es percepción”, podemos inferir que la reputación se arma a partir de la percepción que tiene nuestra audiencia, es decir, lo que captan de nosotros a través de los sentidos (percepción visual, auditiva, “olfativa”, táctil, etc.), la emoción que dicha percepción les genera, y el juicio o análisis racional que emiten como resultado de esa emoción a lo largo de un tiempo definido. ¿Complicado? Bueno, en palabras más llanas y prácticas: la reputación parte de lo que la gente “ve” de nosotros (Arturo llegó vestido de manera elegante), esto les genera una emoción (les agrada, les molesta, les asusta, les ofende, etc.), emiten una opinión a partir de esa emoción y, si esa opinión se mantiene durante un determinado tiempo (variable, dependiendo de cada persona) se genera nuestra reputación. ¿¡Qué tal!?

Cambiando de enfoque, eso es la reputación desde la perspectiva de la audiencia, lo que ellos y ellas opinan de mí. Pero ¿qué significa “mi reputación” desde mi propia perspectiva? El adecuado manejo de imagen parte de que el mensaje que queremos enviar sea congruente con nuestra esencia, personalidad y estilo. Esto significa que, como persona y como profesional, entre más consciente sea de mis valores, gustos, talentos, debilidades y, en general, de los detalles que forman mi personalidad y cómo quiero que ésta sea percibida por los demás, más auténtica será mi imagen y, lógicamente, mi reputación reflejara quien en verdad soy. Si están de acuerdo, en otro artículo hablaremos de cómo identificar esos valores, talentos y debilidades para crecer nuestro autoconocimiento.  

Ahora, extendiendo el concepto, ¿cómo se forma la reputación de un equipo comercial o de una empresa? Básicamente, igual que la reputación personal: a través de la percepción de su audiencia (clientes, proveedores y competidores) sobre los valores y características de ese equipo. Hoy día, la reputación de una empresa depende de la “experiencia de cliente”, la cual involucra no sólo el producto o el servicio final sino todo el proceso de interacción de los diferentes profesionales que conforman el equipo que, de una u otra manera, interactúa con el cliente.

Para concluir y dejando lo mejor para el final, como aplica en los mejores espectáculos, yo les ofrecí una forma práctica, ética y hasta divertida para analizar y aplicar el concepto de la reputación a nuestro favor, ¿verdad? Para esto, tengo el gusto de mostrarles lo que en manejo de imagen se conoce como La Ecuación de la Reputación. Esta sencilla fórmula permite visualizar cómo surge y se desarrolla la reputación en la mente de la audiencia o del cliente y cómo podemos corregir una “mala reputación” o potenciar una “buena reputación”:

Todo comienza con un estímulo que generamos, sea una actitud, una frase, un atuendo, un aroma, etc. Dicho estímulo llega al receptor a través de sus sentidos y se convierte en una percepción.

En la mente del receptor, esa percepción toma forma, se decodifica y se interpreta para formar una imagen.

Una vez interpretada y “entendida” esa imagen, y aquí viene un momento crucial, la mente del receptor la somete a un análisis cualitativo con base en su escala de valores y le aplica un juicio o una opinión para “etiquetar” esa imagen y asignarle una identidad

Finalmente, esa identidad proyectada en el tiempo (el cual, como dije, varía de persona a persona) genera una Reputación.

Y esto visto como una divertida ecuación es:

   Estímulo

+ Receptor

   Percepción

                     Percepción

                  + Mente

                     Imagen

                                       Imagen

                                    + Opinión

                                       Identidad

                                                        Identidad

                                                     + Tiempo

                                                        REPUTACIÓN

Con esto, ¿es posible cambiar una reputación? Para bien o para mal, sí es posible; basta con identificar el estímulo que dispara la opinión del receptor. Si esa opinión nos asigna una “buena” reputación, hay que reforzar el estímulo. Evidentemente, si en la mente y opinión del receptor ese estímulo nos asigna una “mala” reputación, debemos cambiarlo por uno que, en su opinión, nos asigne una “buena” reputación.

Aquí aplica una recomendación y advertencia vital: los estímulos que enviamos al receptor surgen de nuestra personalidad, de nuestros valores y de nuestras debilidades o defectos. Si esos estímulos surgen de algo que reconocemos como un defecto que debemos corregir, ¡hagámoslo! ¡Perfeccionemos nuestra imagen!

Pero si esos estímulos surgen de nuestros valores, de aquello que nos define como lo que somos y queremos ser, y aun así generan una “mala” opinión y una “mala” reputación en el receptor, podemos modular el estímulo para encajar en un grupo o en un puesto profesional; por ejemplo: si soy una persona que gusta de actuar y vestir formalmente, puedo ajustar un poco mi atuendo para, sin perder mi actitud formal, encajar en un grupo que no es “tan” formal, pero NUNCA VOY A TRAICIONAR MI ESENCIA NI MIS VALORES PARA AGRADARLE A ALGUIEN; no debo disfrazarme o fingir para lograr aceptación: “mentir para convivir” nunca será la característica de un persona confiable ni de un profesional ético. Dicho románticamente: Si mis valores me generan una mala reputación con una audiencia, no voy a cambiar mis valores… voy a cambiar de audiencia 😉 .

TEAMWORK!

*) Artículos: “lo que más hace el ser humano después de respirar es comunicarse” y “Ocho pasos para comunicar una imagen de poder”.